Felicidad más allá de las fronteras

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Valerie Chan

Corría el año 1889 cuando los habitantes de China sufrían debido al levantamiento de los bóxers, un evento que provocó gran escasez de recursos y causó la pérdida de muchas vidas. Los bóxers eran miembros de una sociedad secreta china llamada Yihequan, que se oponía a la influencia extranjera en el país asiático y a la presencia de misioneros cristianos, por lo que llevaron a cabo una serie de ataques contra extranjeros y cristianos. Según reporta National Geographic, esto provocó una intervención militar por parte de una coalición de naciones extranjeras, conocida como la Alianza de las Ocho Naciones (suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia); además de la imposición de indemnizaciones y concesiones a China, que dejaron al país en una marcada crisis durante varios años.

Fueron años difíciles, con desempleo y profunda pobreza debido a la falta de bienes y al excesivo consumo de los pocos que había. Después de dos años de lucha, China terminó perdiendo la guerra por falta de tecnología y finalmente cedió su control.

El padre de mi abuelo había sufrido por las bajas tasas de empleo que presentaba China después de la guerra, y a pesar de haber pasado mucho tiempo, seguía teniendo dificultades para estabilizarse de nuevo. Entonces, se vio en la obligación de migrar en el año 1952 en busca de una nueva oportunidad en un país diferente: Panamá, al otro lado del mundo. No fue fácil comenzar en nuevas tierras. Trabajó incansablemente como cajero de restaurante, pero después de dos arduos años, ahorró el dinero suficiente para abrir su propio negocio. Renunció a su antiguo empleo para convertirse en su propio jefe, montó una abarrotería y depositó en ella cada gota de sudor y esfuerzo. Si no fuera por él, mi abuelo no habría encontrado su boleto de salida hacia el Istmo.

A pesar de que China se consideraba un país seguro y confiable en la década de los 70, mi abuelo no veía la posibilidad de ganar dinero para salir adelante y ofrecer un futuro prometedor a sus hijos y generaciones futuras. Por lo tanto, la única manera que vio de alcanzar esa meta fue migrar a donde su padre lo había hecho años atrás para empezar de nuevo.

Luego de reflexionar y hacer las planificaciones correspondientes, mi abuelo empezó la travesía desde el pequeño pueblo donde vivía hasta Panamá, ya que no existían vuelos directos. En agosto de 1973, se dirigió a las afueras de China y llegó a la imponente región de Hong Kong, donde tomaría el avión que lo llevaría lejos. Lo que no tuvo en cuenta fueron los trámites tan complejos que debía realizar, lo cual hizo que se quedara más tiempo del previsto en aquel territorio chino hasta que todo estuviera listo para salir.

Durante ese período, laboró en varias profesiones, desde guía turístico y distribuidor de alimentos hasta anfitrión de una sala de cine, siempre a la espera de la aprobación para poder partir. Los minutos se hicieron horas, luego días, meses... hasta que finalmente recibió la confirmación que tanto había añorado. La espera fue tan larga que ya no era 1973, sino 1974.

Posteriormente, surcó el vasto cielo azul con un mar de emociones por dentro. Él decía que las horas pasaban muy lento, tan lento que lo ponían ansioso de una manera confusa. Pero, a pesar de todos los obstáculos, las dificultades y uno que otro aterrizaje por temas de combustible, finalmente arribó a Panamá, dando inicio a su nueva aventura.

En la actualidad, mi abuelo disfruta de la vida que siempre anheló en su juventud, sin ninguna pizca de arrepentimiento sobre las decisiones y acciones que tomó ese día. Encontró el amor, en circunstancias similares a las suyas, y ambos tomaron la decisión de caminar por el mismo sendero de la vida juntos hasta el final de sus días. Tuvo hijos, después nietos y seguramente aún podrá ver a sus bisnietos antes de partir, siempre recordando con orgullo el tesoro encontrado al final de su viaje.

Puedo decir con seguridad que, si mi abuelo no hubiera tomado la iniciativa de migrar para establecerse en Panamá, yo no estaría aquí escribiendo sobre él. Ese es mi abuelo, quien halló la felicidad más allá de las fronteras.

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