Tejiendo destinos: una historia de migración, fortaleza y amor

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Gabriela Valentina Adzic Rondón

Esta crónica comienza con tres países, dos personas y una guerra.

Mile Adzic Vlajsevic, un joven yugoslavo rubio de ojos grises, tuvo una infancia marcada por la soledad. A los cinco años, quedó huérfano de padre y madre. Había vivido siempre en Yugoslavia; sin embargo, en la década de 1940, a sus dieciocho años, se vio obligado a emigrar a Alemania debido a un cruel y sangriento conflicto que acababa de estallar y ahora conocemos como la Segunda Guerra Mundial.

Antes de continuar con su historia, quiero presentarles a Helena Najdek, el amor y la heroína de su vida. Una joven polaca que vivió una niñez tranquila, pero a los dieciséis años también tuvo que huir hacia el territorio alemán. Irónicamente, era más seguro allí que en cualquier otro país europeo.

Cuando se conocieron, Helena logró que el frío y cerrado corazón de Mile se abriera. Después de unos años, tuvieron un bebé al que llamaron Vlastimir y luego a mi abuelo Tomislav. Para ese momento, la guerra había terminado, pero Alemania quedó destruida. Con apoyo de la Cruz Roja, la familia se trasladó en barco a Venezuela, un país desconocido, con un idioma diferente y solo una mochila de mano.

En América Latina, se encontraron con una montaña de desafíos, pero sabían que no podían rendirse, por sus hijos y por una mejor vida. Mile trabajaba en una fábrica, mientras Helena se encargaba de la casa. Con el tiempo, la familia creció y tuvieron cuatro retoños más. Todos se ayudaban entre sí. Encontraron la luz en medio de la oscuridad, convirtiendo ese país extranjero y extraño en su hogar.

De los seis hijos, centrémonos en uno: mi abuelo Tomislav, la persona más trabajadora y digna de reconocimiento que conozco. De él hay muchas anécdotas de perseverancia, como cuando vio junto a su hermano mayor, Vlastimir, uno de los primeros televisores a través del vidrio de un bar; se prometieron mutuamente que lo comprarían y durante un año reunieron el monto necesario vendiendo las tortas que cocinaba la madre.

Mi abuelo no pudo asistir a la universidad; en cambio, comenzó a trabajar y a ahorrar desde muy temprana edad. Cuando tuvo suficiente dinero, compró un local y abrió Cosméticos Tom, una empresa muy exitosa.

Durante este tiempo, alrededor de sus veintisiete años, Tomislav conoció a Raquel. Ella le traía la calma que él necesitaba en su agitada vida. Pero, en medio del enamoramiento, surgió un inconveniente en el negocio de mi abuelo: hubo muchos atrasos en la operación debido a diversos despidos de trabajadoras que habían estado hurtando la mercancía. Ante el panorama, decidieron cambiar de rumbo y abrieron una tienda llamada Calzados Tom, que también fue próspera. A los seis meses de conocerse, Tomislav y Raquel se casaron y tuvieron tres hijos.

El mayor es mi padre, Rayner. Un hombre tranquilo, pero atento, que creció siendo educado como un caballero. A los veinte años, empezó a interesarse por una mujer ambiciosa y determinada llamada María Gabriela. Los años pasaron volando; ambos consiguieron empleo: mi madre como ingeniera industrial y mi padre como ingeniero eléctrico. Finalmente, después de una década juntos, decidieron casarse. Durante su matrimonio, compraron un coche y una casa; entonces me tuvieron a mí y después a mi hermano. El problema era que mi madre trabajaba en Venezuela y mi padre en Panamá, así que ambos decidieron que era mejor mudarse al Istmo.

La llegada no fue tan difícil como la de Mile y Helena en aquel tiempo a Venezuela; sin embargo, este no era nuestro país. No veíamos rostros familiares; el ambiente era completamente diferente. Pero, si algo hemos aprendido del pasado, es que rendirse no es una opción. Fuimos construyendo nuestro nuevo camino, poco a poco, creando una familia y, al igual que nuestros ancestros, nos encariñamos con la nueva tierra.

Ser inmigrantes nos ha enseñado a fortalecernos y a tener una visión más amplia del mundo. Esta crónica no se trata solo del proceso que enfrentaron mis bisabuelos, abuelos y padres al llegar a una tierra diferente, sino de cómo lucharon para convertir un país extranjero en su hogar, de cómo nunca se rindieron y construyeron una vida a base de trabajo duro y perseverancia.

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